miércoles, 7 de enero de 2009

Escribanos Nivales en Cantabría



El 2 de enero quedamos Manu y Tomás, para ir en busca de un pequeño bando de escribanos nivales que se habían visto en una playa al oeste de Santander, llegamos a la playa poco después de amanecer, y la niebla comenzaba a disiparse, con el equipo a cuestas nos adentramos en la playa, pocas aves se veían, alguna gaviota y cormorán nos sobrevolaban pero poco más, en una de estas vemos un grupo de correlimos comunes semienterrados en la arena, parecía que habían pasado la noche allí mismo, estaban semidormidos, unas pocas fotos y en cuanto nos acercamos un poco más de lo debido, alzan el vuelo.

Media hora recorriendo las dunas y llegamos al final de la playa y los nivales no dan señales de vida, Manu da ánimos y dice que quien los ha vió, tardó un largo rato en encontrarlos ya que es raro que levanten el vuelo, por lo que con el equipo a cuestas y el animo en todo lo alto, reanudamos la búsqueda, bisbitas era de lo poco que se dejaba ver en las inmediaciones de las dunas, y por fin damos con ellos, caminando vemos el primero, está husmeando junto a un cardo, y luego uno a uno vimos a los otros 3 escribanos


No hay mucha luz y el rocío de la mañana ya nos había calado el calzado, los primeros momentos intentando la foto testimonial de rigor me hacía sentir un hormigueo en el estomago temiendo que alzaran el vuelo antes de fotografiarlos.


Los escribanos parece que pasan de nosotros, primeras fotos, pero no conseguimos verlos del todo en el visor, casi siempre escondidos entre la hierba, y caminando, no hacen movimientos bruscos pero su constante “apeonar” en búsqueda de comida hace casi imposible el uso de la compacta, no me extraña que Iván les llame ratones ya que se mueven como tales. Manu con su réflex parece que lo lleva mejor.

Se nos escapa un carraspeo, y los escribanos alzan el vuelo, despliegan sus alas y vemos sus grandes franjas blancas les seguimos en su recorrido aéreo, un ligero trinar que parece que usan para mantener el contacto entre ellos cuando vuelan.

Sobrevuelan un rato sobre las dunas buscando donde parar, hasta que eligen una zona de hierbas, más tupida aún que la anterior. El sol se va asomando entre la niebla , y mejoran las condiciones de luz, lo que festejamos con sonrisas, y afilando el telescopio, y Manu se anima a probar la cámara compacta .

Nos acercamos de nuevo a ellos, y concentrados intentamos que la textura de su bello plumaje quede captada por la cámara, buscaban semillas de Polygonum maritimun inclinan las cañas de las hierbas con el pico y buscan las que pueden estar enterradas en la arena, sentían debilidad por las semillas de cardo marino (Eryngium maritimum) cuando consiguen una semilla, es de los pocos momentos en los que paran quietos y con el pico la limpian de la espiga, de tanto escarbar en la arena, es habitual verles con unos granos de arena sobre del pico, lo que les da un aire simpático.
Si les sobrevuela una gaviota u otra especie alada, se quedan parados mirando al cielo haciendo contorsionismo con su cuello, el miedo a los piratas aéreos parece atenazarles. Pero pasado el peligro vuelven a su quehacer.
Si alguno de ellos quiere cambiar de “zona de pastoreo” se sube a una rama desde donde emite su reclamo y cuando percibe que todos están avisados, eleva el vuelo y los demás le siguen.

Después de una mañana con la cabeza baja, buscando comida a medio día, deciden acicalar su plumaje, salen de la zona herbácea y se llegan a la playa, allí cualquier rama u objeto que ha arrastado la mar es bueno para ser usado como posadero, en ellas realizan todo tipo de estiramientos ante nosotros y miman sus plumas, el disfrute que estos momentos nos da es increíble, quitamos la cámara del telescopio y disfrutamos de la ocasión, nos sentimos afortunados de ver esta rara ave tan confiada, en estas latitudes

Contemplar durante una mañana a estos nivales fue un autentico placer, se pasó en un suspiro, y a pesar de que ya quedaba poco sitio en las tarjetas de la cámara, las ganas de seguir fotografiando y observarles nos retenían allí.
La sed nos apretaba y casi aprovechamos que a mi se me cayó el mando, haciendo un ruido que asustó a los escribanos, que se alejaron de nosotros para abandonar este paradisíaco lugar.

Ya en el bar una cervecita con limón nos quita el reseco y sirve como colofón de una fantástica jornada de pajareo.

Final … no... que Manu me tienta para buscar unos correlimos oscuros en otra playa y para allí vamos, esto del vicio del digiscoping es como una droga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo, sí que lo siento. Menuda salida me perdí.

Enhorabuena a los dos. Juankar.

Anónimo dijo...

Son visitantes habituales anuales de esta playa siempre en estas fechas, los tengo "fichados" desde hace unos años, por cierto, este año no he ido a verlos pero esto me confirma que siguen siendo fieles.

Enhorabuena por las preciosas fotos de unas preciosísimas y confiadas aves... que siga así por muchos inviernos...

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